sábado, 21 de agosto de 2010

JAIME JARAMILLO ESCOBAR


Escritor colombiano. En su infancia conoció a Gonzalo Arango, a quien se unió cuando éste publicó su Manifiesto nadaísta (1958) con el seudónimo X-504, que lo hizo muy popular. En 1967 recibió el Premio Cassius Clay de poesía nadaísta por su libro Los poemas de la ofensa, en opinión de los críticos uno de los mejores poemarios de la poesía colombiana de 1950 a 1975. A esta obra le siguieron Extracto de poesía (1982), Sombrero de ahogado (1984), Poemas de tierra caliente (1985), Selecta (antología, 1987) y Alheña y Azúmbar (1989), en los cuales deja atrás el nadaísmo como doctrina. Sus inquietudes y preocupaciones encuentran en unos poemas extensos, matizados de humor e ironía, un tono personal, sentencioso e intenso. En 1983 ganó los premios nacionales de poesía Eduardo Cote Lamus y Universidad de Antioquia. Publicó el ensayo Cincuenta años de atraso en poesía (1960).

Jaime Jaramillo Escobar (Pueblo Rico, 1932) es un poeta colombiano conocido también por su seudónimo X-504. Co-fundó con Gonzalo Arango y otros escritores el nadaísmo, movimiento de índole contestataria que cambió la percepción de la literatura y el arte colombianos a mediados de los años 60. Su propia obra se caracteriza por la ironía, el sarcasmo, los juegos paródicos del lenguaje popular, la irreverencia y el tono sentencioso con el que satiriza la sociedad y sus instituciones.


Obras publicadas

• Poemas de la Ofensa (1968).

• Extracto de poesía (1982).

• Sombrero de Ahogado (1983).

• Poemas de tierra caliente (1985).

• Selecta (Antología,1987).

• Alheña y Azúmbar (1988).

• Poemas Principales (2000).

• El ensayo en Antioquia (2003).

• Barba Jacob para hechizados (ensayo, 2005).

• Método fácil y rápido para ser poeta (ensayos sobre la creación poética, 2005).

Premios

• Premio nadaísta de poesía Cassius Clay, 1967

• Premio nacional de poesía Eduardo Cote Lamus, 1983

• Premio nacional de poesía Universidad de Antioquia, 1983

Ha recibido numerosos homenajes y su obra ha sido profusamente antologada, estudiada y difundida en distintos libros, revistas, periódicos y medios audiovisuales. Por más de dos décadas ha ejercido como maestro tallerista de jóvenes poetas en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín.



Mamá negra

Cuando mamá negra hablaba del Chocó

le brillaba la cadena de oro en el pescuezo,

su largo pescuezo para beber agua en las totumas,

para husmear el cielo,

para chuparles la leche a los cocos.

Su pescuezo largo para dar gritos de colores con las guacamayas,

para hablar alto entre las vecinas,

para ahogar la pena,

y para besar a su negro, que era alto hasta el techo.

Su pescuezo flexible para mover la cabeza en los bailes,

para reír en las bodas.

Y para lucir la sombrilla y para lucir el habla.

Mamá negra tenía collares de gargantilla en los baúles,

prendas blancas colgadas detrás del biombo de bambú,

pendientes que se bamboleaban en sus orejas,

y un abanico de plumas de ángel para revolver el aire.

Su negro le traía mucho lujo del puerto cada vez que venían los barcos,

y la casa estaba llena de tintineantes cortinas de conchas y de abalorios,

y de caracoles para tener las puertas y para tener las ventanas.

Mamá negra consultaba el curandero a propósito del tabardillo,

les prendía velas a los santos porque le gustaba la candela,

tenía una abuela africana de la que nunca nos hablaba,

y tenía una cosa envuelta en un pañuelo,

un muñequito de madera con el que nunca nos dejaba jugar.

Mamá negra se subía la falda hasta más arriba de la rodilla para pisar el agua,

tenía una cola de sirena dividida en dos pies,

y tenía también un secreto en el corazón,

porque se ponía a bailar cuando oía el tambor del mapalé.

Mamá negra se movía como el mar entre una botella,

de ella no se puede hablar sin conservar el ritmo,

y el taita le miraba los senos como si se los hubiera encontrado en la playa.

Senos como dos caracoles que le rompían la blusa,

como si el sol saliera de ellos,

unos senos más hermosos que las olas del mar.

Mamá negra tenía una falda estrecha para cruzar las piernas,

tenía un canto triste, como alarido de la tierra,

no le picaba el aguardiente en el gaznate,

y, si quería, se podía beber el cielo a pico de estrella.

Mamá negra era un trozo de cosa dura, untada de risa por fuera.

Mi taita dijo que cuando muriera

iba a hacer una canoa con ella.



Cibergarfia

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=3272


http://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Jaramillo_Escobar


http://www.arquitrave.com/poetas/x504/x504poemas.htm


Fotografia tomada de: http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/images/jarajaim.jpg



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